Cuestiones de credo: sobre la discusión entre presión y esfuerzo fiscal

Reconozco ser bastante perezoso si se trata de escribir sobre temas de rabiosa actualidad, sé que no soy el único al que le pasa. Ocurre que hoy, cuando aquello que inunda titulares, columnas de opinión, redes sociales y pseudo-debates de todólogos pretende golpearnos con un “directo al vientre”, psicopolítica en su forma más burda, las charlas y discusiones en que podemos vernos envueltos suelen encontrarse salpicadas de esa misma visceralidad, mal entendida por algunos, bien dirigida por otros. Distanciarnos de esa opaca ciénaga en la que se libra la batalla por el relato de la actualidad y a la que nos quieren arrojar, darnos tiempo para la reflexión e información, suele presentarse como una medida prudente, y hasta tal vez sea un primer silencio hoy en día algo contestario.

Pues bien: uno de los asuntos que estos días copan este presente desinformativo es la marcha de un famoso youtuber a AndorraEl asunto en cuestión no pasaría de ser como cualquier otro por el que este perezoso no gastaría aquí un artículo - parece que fuera algo nuevo que ricos de todo el mundo marchen a legislaciones con fiscalidades laxas para amasar más fortuna - si no fuera por haber reavivado aún más lo que es ya un nuevo clásico en la polémica de ámbito económico a la hora de determinar los niveles de fiscalidad y políticas que cierto estado aplica o debería aplicar. Si tuviésemos que reproducir, de forma sintética, un momento tipo de esta discusión, bien podríamos presentar el siguiente esquema:

  • Juanito: Los impuestos en España son muy altos.
  • Pepito: No. La “presión fiscal” en España está entre las más bajas de la UE. Y aquí se suele adjuntar un enlace o un archivo que haga referencia a un gráfico con una comparativa de presiones fiscales para diferentes países.
  • Juanito: No. Lo que debemos tener en cuenta es el “esfuerzo fiscal”. Y aquí Juanito también suele adjuntar otro enlace o archivo con una comparativa del “esfuerzo fiscal” por estados.

Y a partir de aquí la conversación podrá derivar hacia diferentes derroteros, aunque como norma general diríamos que rara vez se llega ni siquiera a un atisbo de acuerdo. 

Seguro que muchos de los lectores reconocen esta conversación en una u otra forma, y hasta posiblemente han sido actores en alguna ocasión. Aquí mismo, en los comentarios de noticias y artículos de Menéame, se repite este mismo esquema o parecido constantemente, y no hace muchos días ya se adelantó el compañero @johnnyquest con este artículo a lanzar el asunto en esta misma sección[1]. ¿Tiene algún sentido este debate en el que pareciera que la validez de un índice se intenta desacreditar con otro?, ¿son ambos índices fiables como conductores para tomas de decisión en política y niveles fiscales? 

Presión fiscal.

Con las palabras presión fiscal, llevadas al ámbito de estadoshacemos referencia a la relación existente entre los ingresos fiscales y el PIB. El cálculo no podría ser más sencillo: 

En su presentación, solemos utilizar la ratio en forma de porcentaje, para hacerlo así más inteligible. 

Vemos así (Fig. 1) como para el año 2018 la ratio de presión fiscal se situaba para España en un 34,7%, colocándose el dato dentro del grupo de menores presiones fiscales de la UE, más de 5 puntos por debajo del agregado UE-27 (40,2%). El dato contrasta, en primer lugar, con el de los ingresos públicos (revenue) españoles, que se situaban más de 7 puntos por debajo de agregado UE-27 (ver Fig. 2), y con el del déficit público (ver Fig. 3), unos 15 puntos superior a la media. Podrán observar que esta situación de déficit público viene siendo habitual año tras año para España, exceptuando el periodo entre 2005 y 2007, coincidiendo con la llamada “época de la gran burbuja inmobiliaria”, incluso aunque el gasto público (expenditure) demuestra en la serie histórica ser siempre menor a la media UE (ver de nuevo Fig. 2), también después del escalón al alza de este gasto a partir de la crisis del 2008.

De todo esto que se ponga en ocasiones el acento en la menor presión fiscal en España como hecho que contribuye a generar los déficits públicos, al ser los ingresos tributarios y por cotizaciones insuficientes para financiar el gasto existente. Al compararnos con las diferentes presiones fiscales de la UE, observamos que la mayoría de los estados con economías más productivas y saneadas se sitúan por encima de la española en cuanto a presión fiscal.

Es cierto: en relación a nuestro PIB, los ingresos provenientes por impuestos son objetivamente menores que la media y que las principales economías de nuestra zona UE, e insuficientes para hacer frente al gasto público sin crear déficit, incluso aunque este gasto sea históricamente menor al de economías más potentes y a la media. 

Esfuerzo fiscal. 

Dicho esto, debemos ser conscientes de las profundas limitaciones que el dato de presión fiscal presenta en cuanto a la información aportada. De su objetivo escapan aspectos tan importantes, entre otros, como la distribución y dispersión del pago de impuestos, lo que cada uno de los diferentes grupos de agentes económicos aportan al fisco, o la competencia de estos para satisfacerlos dada su renta. Además, al ser una medida que simplemente relaciona el total de ingresos fiscales con el PIB, podría ocurrir que el dato tendiera a la baja por incapacidades en la recaudación relacionadas con altas tasas de paro o economía sumergida, problemas bien conocidos y asociados a la economía española. Sin duda todos estos puntos de máximo interés y a tener en cuenta a la hora de determinar la política fiscal, niveles impositivos, sobre qué tributos o cotizaciones sería conveniente realizar cualquier cambio, así sobre qué grupo de agentes económicos incidir. Si bien decíamos que el dato de presión fiscal sí nos da respuesta a la simple pregunta sobre si los ingresos fiscales que cierto estado obtiene de forma agregada son altos o bajos en relación a su PIB y a su entorno económico, debemos ser claros al afirmar que en ningún caso puede tomarse solo este dato como único conductor a tener en cuenta a la hora de tomar cualquier decisión de ámbito fiscal.

Y de esto parece que, siguiendo el guion de nuestra discusión tipo, Juanito le replique a Pepito que el dato que se debe tener en cuenta sea el llamado esfuerzo fiscal: un indicador que nos dicen nos informaría sobre la relación entre carga impositiva y capacidad para satisfacerla, asociando implícitamente un menor esfuerzo fiscal a una mayor renta disponible. De nuevo, el cálculo no requiere ninguna competencia especial, y aunque existen muchas y variadas propuestas para calcular el esfuerzo fiscal, los índices que se suelen presentar al público generalista serían los conocidos como “índice de Frank” e “índice de Bird”. Si bien entre ambos existen diferencias en la formula a aplicar [2], de forma general podríamos decir que se basan en el cociente entre presión fiscal y PIB per cápita, dando ambos índices parecidos resultados:

Para no hacer demasiado largo este artículo me referiré solo al índice de Frank.

Así podemos observar en la Fig. 4 que, mientras la presión fiscal para España se situaba en 2018 en el grupo de las más bajas entre la UE, el esfuerzo fiscal, medido bajo el índice de Frank, sitúa al país ligeramente por encima del agregado UE-27 (0,138 para España Vs. 0,136 para UE-27), pasando España a ocupar la zona media de la clasificación. Según este índice, mientras para la economía española la presión fiscal es baja en relación a las principales economías y al conjunto de la zona UE, el esfuerzo que los ciudadanos realizarían para poder hacer frente al fisco no sería tan reducido. Obsérvese que el mismo gráfico ya muestra la inexistencia de una correlación fuerte entre presión y esfuerzo fiscal: como casos opuestos al español, vemos como ejemplo a Francia, Dinamarca o Bélgica, miembros UE con las mayores presiones fiscales pero menores esfuerzos per cápita.

Índice de Frank y el concepto de esfuerzo fiscal: nuevos clásicos conocidos. 

Durante las décadas de los 60 y 70 del pasado siglo existió una abundante bibliografía y propuestas alrededor de la posibilidad de estimar la competencia para hacer frente a las obligaciones fiscales de la población. Así, ya en 1959, el economista Henry J. Frank, en un trabajo titulado "Measuring State Tax Burdens", trataría la cuestión de la medición del esfuerzo fiscal para el contexto concreto de los Estados Unidos. Propone Frank que un método más inteligible para tratar las diferencias de esfuerzo fiscal entre diferentes administraciones es el resultado de combinar los impuestos agregados totales con los impuestos per cápita. Nótese así que la propuesta de Frank se apoya en tres datos básicos: impuestos totales, producto nacional y dimensión poblacional. Introduce el factor del nivel de ingreso del contribuyente, asociándolo al reparto del producto nacional entre la población. 

Ya desde principios de los años 60 el índice de Frank fue criticado como método válido para la correcta medición del esfuerzo fiscal de los estados, tanto desde un punto de vista conceptual como metódico. Y podemos decir, aunque a algunos esto les sorprenda, que ya desde los años 70 este índice ha sido repetidamente desacreditado por muchos autores en bibliografía especializada, entendiéndose desde hace décadas como un intento fallido de lograr ser un indicador del esfuerzo fiscal de cierta administración. Resulta así curioso que en los últimos años haya vuelto tal índice a la escena mediática (por eso más arriba les hablaba de “nuevo clásicos conocidos” y no de viejo).

En descargo de Henry J. Frank, diremos que el problema no es tanto la aplicación y objetivo de su trabajo en "Measuring State Tax Burdens", sino la extrapolación que se realiza de este índice fuera del contexto original de su propuesta. Frank buscaba sintetizar en una sola fórmula los dos principales índices que se utilizaban para calcular la presión fiscal que soportaba cada estado norteamericano: por un lado los impuestos per cápita y por otro los impuestos como porcentaje del ingreso. El mismo Frank ya advertía en su trabajo sobre las evidentes limitaciones de la propuesta como dato empírico, desplazando el mismo autor la validez del índice no al valor resultado, sino al valor ordinal, esto es, la posición que cada diferente estado tomaba en el ranking. De esto que se diga que la comparativa entre resultados de presión fiscal e índice de Frank pierda el sentido, ya que el índice de Frank solo lo cobra en su propio ranking. Y en cualquier caso, el objetivo de tal índice es la comparativa con otras administraciones en cuanto a la carga fiscal de la población dada su renta, pero no en cuanto a la proporción del ingreso público proveniente de los impuestos. Esto es importante remarcarlo: mientras la presión fiscal nos habla de los ingresos que un estado obtiene vía impuestos en relación con su PIB, el índice de Frank se dirige a la carga impositiva de la población de cierto estado en relación con el PIB per cápita. Dos cosas diferentes. Parece por tanto que no tiene mucho sentido oponer el dato del esfuerzo fiscal al de presión fiscal (o al contrario), por mucho que algunos se empeñen en hacerlo.

Siguiendo con las descontextualizaciones, en muchas ocasiones, incluso en bibliografía y ambientes especializados, el esfuerzo fiscal calculado bajo el índice de Frank es presentado como “el sacrificio” que cierta población realiza por el pago de sus impuestos. Obviando, ya de entrada, las evidentes connotaciones negativas que la palabra sacrificio introduce en la definición (pareciera que con esto se quisiera en ocasiones decir más bien “sufrimiento”), resulta arriesgado asociar menor renta per cápita a mayor sacrificio por hacer frente a las obligaciones fiscales, ¿o es que acaso el índice de Frank nos dice algo sobre la valoración, tanto objetiva como subjetiva, del retorno que recibe cierta población por el pago de los impuestos?, ¿por qué cuando pagamos por cualquier bien o servicio no solemos encontrar la palabra sacrificio asociada al pago? Todos tenemos que comer para subsistir, y por tanto nos vemos obligados a dedicar parte de nuestra renta a la compra de alimentos, y sin embargo no solemos leer en prensa o estudios que se asocie al pago por la comida a la palabra sacrificio…. Cuestiones todas estas que escapan totalmente de la información que un índice de estas características puede aportar. En las palabras vive el pecado, y del discurso come el diablo, que dijo alguno ya hace tiempo [3].

Por otro lado, es evidente que el esfuerzo fiscal bajo el índice de Frank no resuelve algunas de las limitaciones que el dato de la presión fiscal presenta: tampoco nos indica nada en relación a la distribución y dispersión del pago de impuestos, lo que cada uno de los diferentes grupos de agentes económicos aportan al fisco, o el impacto en su indicador de la economía sumergida o de la tasa de paro, entre otros. En ocasiones es a partir de estas limitaciones por lo que el dato de presión fiscal se rechaza como válido, para luego sin embargo presentar como más correcto un índice que adolece de muchas de esas mismas limitaciones.

Aun así es sorprendente el poco trabajo existente en corregir el índice, incluso aunque ciertas correcciones sean sencillas. Por ejemplo, existen diferentes estimaciones que nos permitirían añadir de forma fácil al PIB la producción en economía sumergida; aunque esta no tribute no deja de ser producto disponible por una parte de la población. Si la idea bajo el índice de Frank es comparar el total del producto disponible con la carga fiscal, ¿por qué no incluir esa renta “en la sombra” existente?, ¿es que acaso los 50.000€ en negro que alguien tiene debajo del colchón, la mordida del político de turno, o los 200€ que cierto trabajador recibe en un sobre todos los meses, no son renta disponible? Sin duda añadir la estimación de producción en economía sumergida nos dará un dato más exacto, tanto de la presión como del esfuerzo fiscal:

Vemos así en la Fig. 5 como, una vez incluida la producción sumergida a cada estado UE [4], España bajaría 2 puestos en el ranking del índice de Frank, pasando a estar el esfuerzo medido de esta manera ligeramente por debajo ya del agregado UE-27, y quedando España por debajo del resto de países de la zona sur como Grecia, Portugal, Italia o Francia. No deja de ser llamativo que mientras en otras ocasiones algunos se afanan en realizar complicadas correcciones incluyendo la economía sumergida y otras variables a diferentes índices para deslegitimar otros, no lo hagan en este caso. Será tal vez por eso de presentar el esfuerzo fiscal por encima de la barrera psicológica de la media UE-27, no se nos vaya el personal a relajar.

Pero es en la parte matemática e interpretativa donde el índice de Frank muestra sus mayores deficiencias. Para comenzar, es llamativo que si convertimos la fracción del cálculo observamos que se estaría elevando al cuadrado el PIB per cápita, dimensionando demasiado el peso de este en la fórmula, y como el mismo Frank reconoce, pudiendo llevar en ocasiones a resultados absurdos; ¿qué sentido tiene dividir los ingresos fiscales del estado per cápita entre el PIB per cápita al cuadrado?

Además, como algunos autores han indicado, elevar al cuadrado el PIB per cápita es sólo una entre varias alternativas, sin encontrarse ninguna razón lógica para resolver que sea la más correcta. Uno podría, por ejemplo, elevar la renta per cápita a una potencia de 1,5 y replantear el índice de Frank de esta manera sin que exista un criterio determinante para escoger una opción en lugar de otra, de forma que hasta que mientras no encontremos una alternativa que sea defendible en terrenos teóricos o empíricos, resulta complicado defender la valoración del esfuerzo fiscal bajo este índice.

El índice de Frank suele plantearnos resultados difíciles de interpretar correctamente. Veamos un ejemplo:

Imaginemos un país con una renta per cápita de 45K€ y una presión fiscal del 45%, y otro con una renta per cápita de 20K€ y una presión fiscal del 18%. Siguiendo con el índice de Frank, el primer país tendría un esfuerzo fiscal del 0,1 y el segundo del 0,09. El primero tendría un mayor esfuerzo fiscal que el segundo. Y sin embargo la renta per cápita después de impuestos para el primer país sería de 24.750€ y el del segundo país de 16.400 €, más de un 51% de diferencia a favor del primero. ¿Dirían aquellos que defienden el índice de Frank que el “sacrificio” fiscal que a la población del primer país se le exige es mayor que al del segundo, siendo la renta después de impuestos de los primeros más del doble? Si la idea es relacionar menor renta disponible tras impuestos a mayor esfuerzo (bienvenidos a la progresividad fiscal), ¿el resultado que el índice de Frank nos arroja permite interpretaciones acertadas? Vemos aquí de nuevo lo arriesgado de asociar la idea de esfuerzo a este índice. Aunque siéndoles sinceros, uno no sabe que nos dirían algunos de los suelen llevar por bandera este índice, porque a la vez que lo defienden el índice de Frank por asociarse implícitamente a una mayor renta per cápita una mayor capacidad para hacer frente a la carga impositiva, por otro lado suelen prescribirnos que lo más legítimo sería eliminar la progresividad fiscal. Vaya.  

(y como ven, no es necesario acudir a ejemplos forzados para mostrar los problemas en la interpretación del dato, pero si quieren ver hasta dónde pueden llegar los absurdos de este índice, encontraran dos buenos ejemplos en el artículo que @johnnyquest publicaba hace unos días sobre este índice de Frank).

Otro punto importante a destacar es el uso que la fórmula para el índice de Frank hace del numerador y el denominador. Mientras el numerador, la presión fiscal, es una ratio, cociente de dos cantidades expresadas en una misma unidad, euros (ingresos fiscales en euros / PIB en euros), el denominador hace uso de una magnitud, pues utiliza el PIB per cápita, que es ”euros por habitante”. Una medida adimensional dividida entre una magnitud... ¿cómo interpretamos esto? Denle una vuelta reposada… de nuevo, ¿qué sentido tiene esta fórmula?

Pero posiblemente sea en las limitaciones que un índice tan estático presenta lo que definitivamente nos lleva a rechazar este. Atentos: en cualquier comparación internacional de renta per cápita, esta debe siempre expresarse o ser acompañada de su extrapolación a poder de compra paritario (PPP). Si los precios son bajos, una renta per cápita más baja podría adquirir igual o mayor cantidad de bienes y servicios que una renta per cápita más alta en un país con precios más altos. Por esto mismo los informes y estudios donde se hacen referencias a comparativas entre magnitudes monetarias suelen siempre incluir la renta per cápita en PPP, para así permitir una interpretación acertada. ¿incluyen las comparativa que suelen presentarnos del esfuerzo fiscal bajo el índice de Frank referencia al índice en PPP, para que así la interpretación del público pueda ser más acertada? Respuesta: no. ¿Y cómo quedaría el índice de Frank para la UE, si incluyésemos la corrección anteriormente vista para la economía sumergida, junto con el PIB per cápita a paridad de poder adquisitivo?:

La gráfica habla por sí sola: una vez incorporamos al cálculo del índice de Frank el PIB per cápita en PPP observamos las grandes diferencias con el dato sin tener en cuenta la paridad de poder de compra, en especial para los estados con PIB per cápita más bajos. Si comparamos con la Fig. 4 de más arriba, veremos que el orden del ranking cambia sustancialmente: Grecia pasa de la posición sexta a ocupar ahora la primera (a ver si se pensaba usted que la Troika hace mal los deberes), nuestros vecinos portugueses suben 4 peldaños, pasando de la décima posición a la sexta, o nuestros otros vecinos, los franceses, pasan de la decimoséptima posición a la octava, entre otros cambios destacables. España pasaría a la zona media-baja, posición decimosexta, eso sí, alejándose de forma notoria del agregado UE-27. El dato de esfuerzo fiscal para España bajaría 2 puntos, del 0,14 al 0,12.

Una vez realizadas estas correcciones sobre el índice de Frank (correcciones que en ningún caso hacen que este índice parezca un indicador válido), pasamos ahora a presentar la gráfica relacionando a los países con mayores presiones fiscales que la española con su esfuerzo fiscal corregido:

Solo seis de los diecisiete estados UE-27 con mayores presiones fiscales que la española demuestran un índice de Frank corregido inferior al español: Dinamarca, Suecia, Austria, Alemania, Luxemburgo y Países Bajos. La media diferencial para el índice de Frank español con el de estos seis países sería de apenas un 0,019, menos de un 2% (un 1% si excluimos a la especial Luxemburgo).

 Una discusión estéril: cuestión de credo.

Como veíamos, contraponer presión a esfuerzo fiscal parece no tener mucho sentido, ya que cada uno mide algo diferente, lo cual convierte ya de entrada la discusión entre nuestros pepitos y juanitos en algo estéril. Hemos visto las limitaciones en cuanto a información del índice de presión fiscal, y como este no puede convertirse en una referencia única a partir de la cual determinar cambios fiscales. Y en cuanto al esfuerzo fiscal, nos hemos preguntado por el mismo significado de la idea, comprobado la dificultad para determinar tal concepto bajo un índice estático. Además, hemos propuesto sencillas correcciones a las evidentes deficiencias metódicas del índice de Frank (de nuevo insistirles que en ningún caso estas correcciones hacen que este índice parezca un indicador válido), viendo como la interpretación y conclusiones tras estas serían diferentes.

Y es que diremos que, de forma general, el uso e interpretación solo en base a índices sintéticos y estáticos no suele llevarnos a una buena comprensión de la realidad económica. La economía, si tiene algo de ciencia (y esto ya sería otra discusión aparte), no será de las que presente soluciones sencillas ni indicadores mágicos. Por esto mismo, ya desde hace años sabemos que los índices sintéticos no suelen pasar de ser una primera y arriesgada aproximación, y en ningún caso pueden tomarse como indicadores determinantes a partir de los que inferir políticas y cambios. Eso sí, muy válidos para que los medios de comunicación y demás tropa echen al personal a esa ciénaga de las que antes les hablaba. Directos al vientre.

Llegados a este punto, me gustaría dirigirme en especial a aquellos lectores que hayan tomado el esfuerzo fiscal bajo el índice de Frank alguna vez como un dato válido (y también al que haya tomado la presión fiscal por bandera, por qué no) para que nos preguntásemos a nosotros mismos de forma sincera; ¿algún medio o economista que les presentó este índice de Frank como una medida correcta para evaluar el esfuerzo fiscal les alertó sobre todo esto?, ¿por qué creen que medios especializados (prueben a poner en su buscador “esfuerzo fiscal España”), supuestos institutos de divulgación económica y doctorados venidos a estrellas mediáticas no hacen referencia nunca a estas limitaciones y problemas cuando presentan el dato a un público generalista? Ya que nos gusta lo retro, y puestos a utilizar índices con más de 50 años y desde hace décadas descartados como fallidos, ¿por qué no seleccionar para su presentación otros índices anacrónicos conocidos (Lotz-Morss, Tanzi, Shin, Bahl…)?, ¿será tal vez que no arrojan los resultados deseados? Habrá que enviar una carta (ya que estamos con lo retro) a estos medios, institutos y economistas para hacerlos conscientes; debe ser que no lo saben...

Lo cierto es que no deberíamos sorprendernos. Ya nos lo advirtió el mismo Hayek: “Si pretendemos el triunfo en la gran contienda ideológica de esta época, es preciso, sobre todo, que nos percatemos exactamente de cuál es nuestro credo".

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[1] Tuve dudas en un principio sobre publicar o no el artículo que ahora leen, ya que aunque este se encontraba ya en borrador, después de que @johnyquest público el suyo, el asunto quedaba tratado en la sección. Tras consultarlo con el mismo @johnyquest (gracias por los ánimos) llegamos a la conclusión de que ambos artículos podrían cumplimentarse como información del tema a tratar.

 [2] El índice de Bird se trataría de una primera corrección ya en 1964 al índice de Frank. En palabras de Richard Bird: "el gran defecto de esta medida [del índice de Frank] es que realmente no indica nada acerca del esfuerzo requerido para producir la renta utilizada como denominador de la relación". Bird propone tener en cuenta el Producto Nacional Bruto "per cápita", como indicador de la capacidad impositiva, presentando así una versión modificada del índice de Frank bajo la siguiente fórmula:

Utiliza así la “Renta Disponible” como denominador de la primera parte del nuevo índice, permitiendo hacer comparaciones más exactas de esfuerzo fiscal entre países con pocas diferencias en cuanto a sus niveles de renta. En cualquier caso este índice de Bird adolece de algunos de los problemas que tratamos en este artículo para el índice de Frank, además que los resultados no suelen diferir mucho entre ellos.

[3] Tal vez otro día que vuelva a amanecer desperezado les hablaré sobre la “esfuerzo fiscal normativo”, otro dato que se viene utilizando en medios, la “cuña fiscal”, o de ese eslogan-idea fuerza del infierno fiscal europeo, asuntos que también dan para otros artículos. Como aperitivo una cita de V. Valle Sánchez::

“Conviene hacer la precisión de que, en contra de las apariencias, el término esfuerzo fiscal no entraña ningún sentido valorativo. En realidad, salvo el factor de eficacia administrativa, las diferencias de esfuerzos entre países derivan básicamente de la diversa ideología sobre la dimensión del sector público, sobre la que no existe un patrón comúnmente aceptado. Mostrar por ello las divergencias entre países no implica forzosamente señalar un camino de cambio en la relación impuestos/capacidad, sino simplemente constatar la situación relativa de un país respecto de un conjunto de ellos" (Valle Sánchez, “Los modelos de Esfuerzo fiscal en España”, 1971)

[4] Para la estimación del peso de la economía sumergida se ha utilizado el informe “Schneider-Medina. Este presenta un límite inferior y un límite superior para la estimación del peso de la economía sumergida, por ejemplo para el caso de España se presenta unos límites entre un 11,2% y un 17,2%. Se ha optado por agregar el límite inferior a cada país. De haber seleccionado una media entre límites, o el límite superior, los cambios en ranking y en el valor dato para el índice de Frank serían aún superiores. Otras estimaciones (OCDE, LSE...) colocarían el peso de la economía sumergida incluso por encima del límite superior del informe Schneider-Medina.