Como reaccionar ante los atentados de París

[Artículo originalmente publicado en Barrapunto en noviembre de 2015, días después de los atentados de París y recuperado aquí debido a que Barrapunto hace mucho tiempo que no está en línea]

Ante algo tan inhumano como lo sucedido en París lo primero es pensar con mucha calma. Los sentimientos afloran pero no ayudan a comprender lo sucedido. Simplificamos. Nuestros instintos primarios piden un enemigo que podemos encontrar fácil y erróneamente si nos dejamos llevar. Algo sólido, señalable, algo fácil de distinguir. Ese enemigo al que ya muchos apuntan con mayor o menor disimulo son los musulmanes. Los más radicales los tachan de gente violenta por naturaleza, brutos, impregnados de una religión que los hace peligrosos. Otros, más tímidos, admiten que solo algunos son violentos, pero afirman que sus ideas son demasiado atrasadas, que nuestro modo de vida se ve amenazado por sus creencias medievales, que son los nuevos bárbaros a las puertas de Roma.

Eso es exactamente lo que Daesh (el autodenominado Estado Islámico) quiere.

Daesh quiere que se odie a los musulmanes, que sean marginados y discriminados, que los ciudadanos europeos los rechacen y los estigmaticen. Daesh pretende erigirse como el enemigo de Occidente y nutrirse de quien odie Occidente. Saben que cuanto más asfixiante sea el ambiente para los musulmanes de Europa más integrantes tendrá en sus filas, más convencidos y más fanáticos serán. Todos los terroristas eran europeos. Ninguno vino de Siria como refugiado, como muchos se apresuraron a denunciar, pidiendo el cierre de fronteras a continuación.

Lo cierto es que las primeras víctimas del yihadismo son los propios musulmanes. Además de en París, Daesh y otros grupos similares han sembrado el terror en muchos otros lugares, como el atentado del Líbano días antes del ataque en París (40 muertos y 200 heridos), el atentado en la mezquita chii en Pakistán (55 muertos y 56 heridos) o los ataques a varias mezquitas en Yemen en marzo de este año (126 muertos y más de 260 heridos). Eso por no mencionar el goteo constante de atentados en Afganistán e Iraq, especialmente poco después de su liberación.

Daesh

La historia del surgimiento de Daesh es larga pero enraiza, lamentablemente, en las acciones que Occidente ha llevado realizando en Oriente Medio y Próximo Oriente desde hace mucho tiempo. Olga Rodríguez, periodista especializada en información internacional, Oriente Medio y Derechos Humanos, los resume muy bien en dos artículos imprescindibles: Cómo surge el ISIS, cómo se financia, quiénes hacen la vista gorda y El paso al frente de Francia, el crecimiento del ISIS, las injerencias.

En este otro vídeo comenta como se fomentó el islamismo extremista en detrimento de organizaciones árabes laicas, del que copio un extracto:

Antes del yihadismo hubo organizaciones árabes armadas laicas por la autonomía, contra el control extranjero y la represión local. Todas fueron arrinconadas o aplastadas. Aliados de occidente impulsaron la creación de organizaciones islámicas extremistas para menguar la influencia del nacionalismo árabe laico.

EEUU financió grupos en Afganistán que luego se convirtieron en los talibanes. La invasión de Iraq, las torturas, la represión y la insostenible inseguridad con atentados casi todos los días ayudaron a la radicalización de un área que lleva mucho tiempo soportando los desmanes de Occidente.

Hollande ha lanzado ataques contra la ciudad de Raqqa, una de las ciudades de Daesh, porque necesitaba dar una demostración de fuerza, tranquilizar a la población, parecer que se estaba respondiendo. Lo cierto es que Francia ya había bombardeado esa zona y hace más de un año hay una coalición occidental que ataca posiciones de Daesh desde el aire.

Nosotros respondemos con bombas pero esas bombas no hacen más que alimentar la desesperación que empuja al yihadismo. Ataques como el se ve en este vídeo. El líder de Daesh pasó por las prisiones de EEUU en Iraq, como muchos de los hombres que luego se unieron a él. Tras años de torturas salían de allí con una fe religiosa y una determinación inquebrantables.

Estamos alimentándolos, creándolos con nuestras bombas y violencia.

Nuestros aliados allí

Uno de los aliados de Occidente es Arabia Saudí. Sí, esa dictadura donde castigan a una mujer a 150 latigazos por conducir o condenan a muerte por renegar del Islam y ejecutan mediante decapitación. Con espada. ¿De dónde habrá sacado Daesh eso de decapitar con espada? Ah, espera, en Arabia Saudí también crucifican. Pero son nuestros amigos.

¿Qué más? Pues que Arabia Saudí es la fuente del wahhabismo, una interpretación estricta del Corán y otros textos sagrados del Islam, una vuelta a los orígenes, vamos, exactamente de donde bebe Daesh. Y Arabia Saudí tiene mucho dinero, y lo gasta en fomentar su visión del Islam. ¿Y de dónde saca el dinero? Del petroleo, por supuesto. El que compramos nosotros y muchos otros. Saudi Aramco, la empresa pública que gestiona el petroleo saudí, es la empresa más grande del mundo. Nada de Apple o alguna empresa China. «[...] constituye la infraestructura real de una de las peores tiranías del planeta. Nadie sabe hasta dónde llegan sus tentáculos, pero se le conocen inversiones y lobbies en todos los lugares donde se toman decisiones. Tras ella y a través de ella, un extenso clan de teócratas islámicos interviene libremente en los principales mercados globales sin que nadie les tosa ni un poquitín» (de Saudi Aramco, la discreta tiranía global).

España misma vende armas a Arabia Saudí, sin ninguna vergüenza. Es legal, ¿qué problema hay? Mientras paguen puntualmente, ¿qué más da dónde se disparen?

Es estupendo tener amigos así, ¿verdad?

Pero el verdadero problema no es el terrorismo, es la invasión cultural del Islam

Sí, eso dicen algunos. Los musulmanes tienen unas creencias incompatibles con nuestros estándares morales, maltratan a las mujeres, no se integran y no respetan nuestras leyes. Puedo aceptar parcialmente estos puntos, solo por no discutir. La solución, de nuevo, no son ni bombas ni expulsiones, no es el uso de la violencia de una u otra clase. La solución es el apoyo a los grupos laicos, la educación, la integración en nuestra sociedad, las oportunidades. En las sociedades islámicas hay muchas personas aún religiosas que saben que necesitan cambios. El Cristianismo no fue menos. Durante el colonialismo, por ejemplo, los que no eran blancos era como animales. Eso fue hace muy poco, muy poco.

Pero si en el mundo islámico hace falta una reforma o revolución, no es menos el caso de Europa y Occidente.

«Defendemos la democracia y la libertad. Esta es la declaración más repetida por los líderes europeos y estadounidenses. El problema es dónde aplicamos tan nobles valores, a veces ni siquiera dentro de nuestras fronteras (ley mordaza, impunidad judicial). No los trasladamos a los territorios en los que explotamos las riquezas que alimentan nuestro sistema de vida. Donde abundan el petróleo, los minerales estratégicos y el trabajo esclavo no funcionan los principios porque los reemplazamos por los intereses» (de París nos desnuda). Nuestra hipocresía debe ser legendaria. ¿Cómo nos verán desde fuera?

Defendemos la democracia pero ponemos y quitamos gobiernos según nos conviene (Chile, Argelia, Libia, Iraq, Egipto por nombrar algunos), rechazamos el terrorismo pero nuestros servicios secretos lo practican incluso sobre nuestros propios ciudadanos (¿alguien recuerda cuando Francia colocó una bomba submarina en territorio neozelandés al barco de Greenpeace muriendo un activista en la explosión?), execramos la tortura pero la practicamos en territorios ocupados (Abu Ghraib es el caso más conocido, no vale la excusa de que fue para evitar atentados ya que «El Senado llega a la conclusión [...] de que ninguno de estos interrogatorios [...] permitió conseguir información que sirviera para impedir atentados»), hablamos de garantías judiciales pero creamos una prisión en territorios lejanos para no tener que darlas (Guantánamo), protegemos a los trabajadores y sus derechos mientras cerramos los ojos a la esclavitud que se deriva de nuestra economía basada en el máximo beneficio (que, ironías de la vida, ahora se extiende a nuestros propios países), defendemos la privacidad de los individuos mientras nuestros servicios secretos espían a placer todas nuestras intimidades gracias a las facilidades del mundo digital, confiamos en la paz mientras vendemos armas a zonas en conflicto o directamente financiamos a diferentes facciones, pero luego nos horrorizamos cuando después de 5 años de guerra llegan a nuestras fronteras los refugiados que ya no soportan tanta muerte, tenemos un sistema de impuestos que permite la existencia de infraestructuras colectivas pero el actual presidente la de Unión Europea fue uno de los que ayudó a establecer acuerdos con empresas para evadir impuestos.

Podría seguir pero me canso. Todo esto no hace si no señalar el cadáver que ya huele de lo podrido que está: Europa está rota, degenerado su espíritu, carcomido por el veneno del capital que la aupó mientras corrompía su carne y consumía la sangre de otros.

No tenemos autoridad moral para dar lecciones. No cuando nuestra estabilidad, insisto, se basa en los recursos de otros. Hace 70 años Europa se desangró a sí misma con 60 millones de muertos, y hace poco que hemos dejado el colonialismo más evidente para mutarlo en una más discreta y conveniente explotación de recursos mediante empresas internacionales. Insisto: no tenemos autoridad para dar lecciones de cómo hacer las cosas.

Entonces, ¿qué hacer?

No seré yo quien dé con la solución, desde luego. Pero lo que parece claro es que llevamos décadas combatiendo el fuego con gasolina. La violencia, la guerra y la opresión solo ha generado más terroristas. Ni siquiera voy a entrar a discutir si es justo o no lo que hacemos. El hecho es que simplemente no funciona. El camino de la guerra y de la seguridad es la destrucción de nuestra sociedad porque la seguridad total es imposible a menos que la presión sobre tus ciudadanos sea tan brutal que 1984 sea una broma. La solución pasa por evitar las condiciones que permiten que ciertas personas se conviertan en fanáticos que fríamente son capaces de matar de la forma que hemos visto.

A corto plazo debemos evitar que el odio hacia los musulmanes prenda en Europa. Debemos sobreponer esos tan manoseados valores a la estulticia del odio al diferente. En España, tras los atentados del 11 de marzo, así fue. La población, horrorizada, no se lanzó a la estigmatización de los musulmanes. Castigó al Gobierno por sus mentiras durante aquellos días y permaneció en duelo pero en paz. Aquello fue una gran lección de humanidad. Ahora, en Francia, debería suceder lo mismo. Ya hay reacciones en ese sentido, que podrán ser tachadas de lacrimógenas o demasiado emotivas, pero no dejan de apuntar en la dirección adecuada. Que siga así. Yo confío en Francia y en los franceses. En el espíritu de la fraternidad y no en el odio y el miedo a otros seres humanos. La gente, sorprendentemente, suele estar a la altura mientras que los gobernantes y dirigentes suelen estar distraídos ocupados en sus propios intereses.

Debemos dejar de financiar a aquellos que apoyan directa o indirectamente el yihadismo. Cada vez tenemos más razones para volcarnos en las energías renovables: la ecología y la caída de Arabia Saudí.

Y a largo plazo la verdadera solución pasa por cambiar nosotros. Debemos dejar esta Europa hipócrita que habla de libertades mientras le chupa la sangre al resto del mundo. Es fácil hablar que nuestro modo de vida es el mejor cuando se sostiene en gran medida en la pobreza de los demás. Debemos afrontar el futuro, admitir que hay muchas cosas que cambiar y que muchas no nos van a gustar, reducir nuestro consumo absurdo, aprovechar mejor nuestros recursos. Esa sí es la tarea del milenio, la que determinará de verdad nuestro futuro. Pero eso da para demasiadas líneas más y creo que de momento ya está bien.

Bonus: ¿por qué Daesh y no Estado Islámico?

Daesh es el acrónimo de Estado Islámico de Iraq y Levante escrito en árabe (más o menos, la transliteración no es fácil). El nombre se prefiere en ciertos sectores por varias cosas. Por un lado porque llamarlo Estado Islámico les otorga un estatus de Estado que no se quiere conceder. Además, el nombre Estado Islámico facilita la identificación de los terroristas con todos los musulmanes. Por último, y esto es más discutido, parecer ser que el nombre no les hace mucha gracia y lo pueden encontrar en cierta medida insultante. Parece que originalmente viene de activistas sirios. En este artículo hablan a fondo del nombre y su significado: Decoding Daesh: Why is the new name for ISIS so hard to understand?.

Segundo bonus: parodias del Daesh

En el mundo islámico, por supuesto, también hacen uso del humor, siendo Daesh uno de sus objetivos como puede verse en estos vídeos: Top 5 ISIL parody videos. Y es que el humor es una de las grandes herramientas para soportar el horror del mundo sin volverse loco.