El mundo no está actuando con suficiente rapidez ni contundencia para frenar el cambio climático, provocado por el calentamiento global de origen humano. Algunos aún tienen la esperanza de resolver el problema con una transición energética, pero vamos varias décadas tarde con todo este proceso, y así seguirá siendo: si hasta ahora la inercia de los mercados privados y los beneficios económicos empresariales han sido el principal freno para la transición a nuevos sistemas energéticos sostenibles, ahora hay que sumar la imposición de una transición energética bajo la lógica del capitalismo, con el hándicap de que el mundo físico impide llevarla a cabo en tiempo y forma.
Pero aun en el hipotético caso de que la transición energética se pudiera llevar a cabo físicamente, ya no serviría de nada. Por definición la transición energética implica desembolsar una cantidad multimillonaria de dinero que no todas las economías se pueden permitir, máxime cuando los rendimientos económicos que se obtienen son muy escasos, debido principalmente a la poca madurez de las energías alternativas y su escasa implantación potencial. Problemas globales requieren soluciones globales, y la desigualdad global provoca que muchos países desoigan las alertas, o estén tan centrados en hacer funcionar sus economías, que el problema climático pase a un segundo plano. Y para más inri, encima postergamos las acciones correctoras año tras año, cumbre tras cumbre. Por un lado tenemos a la Unión Europea, que a pesar de abanderar la transición energética y la lucha contra el cambio climático, se dedica a aprobar medidas tan desastrosas como catalogar el gas natural como energía verde o ponerse a comprar gas de esquisto que viene en buques metaneros desde EEUU. Luego tenemos países con gobiernos negacionistas del cambio climático, tenemos países emergentes que quieren consumir energías fósiles para crecer, ya que occidente también lo ha hecho para el desarrollo de sus economías, etc. Un embrollo de narices, vamos.
Por tanto, hay que hacerse a la idea de que el cambio climático es imparable e ineludible, y el colapso del clima será el día de mañana. Ya no hace falta esforzarse demasiado en intentar evitar lo inevitable. Frenar la quema de combustibles fósiles ya no va a servir para frenar el cambio climático, en estos momentos solo se trata de no alcanzar nunca el aumento de los 4 grados. No obstante, tenemos abierta una ventana temporal para adaptarnos lo mejor posible al cambio. Antes que destinar tiempo, energía y recursos a intentar frenar el cambio inevitable, deberíamos empezar a trabajar ya en el diseño del mundo que necesitaremos tener tras el colapso, ya que ésta y no otra, será la única garantía de nuestra supervivencia.
Aun no tenemos clara cuál será realmente la magnitud del desastre, ni cómo cambiará realmente el clima. Tenemos pruebas de que habrá consecuencias graves para la vida y la humanidad, pero su alcance final no lo podemos medir y de momento es solo intuitivo: tenemos sobre la mesa la desertificación de muchas zonas cultivables, el agotamiento del agua dulce de los acuíferos, la rotura del ciclo del agua, la pérdida de insectos polinizadores, el colapso de la ganadería debido a las sequías, el aumento del nivel del mar debido al deshielo, el incremento de las zonas muertas, la acidificación de los mares, la sobrepesca de los animales salvajes, el colapso de las piscifactorías, la agudización de los fenómenos meteorológicos adversos que serán cada vez más extremos y recurrentes (tifones, huracanes y tornados, que harán inviable la navegación aérea y marítima), el incremento de las inundaciones que arrasarán zonas pobladas, la aparición de nuevos virus que puedan causar graves pandemias, y un posible escenario de era glacial en el hemisferio norte. Todo muy alentador.
Pero a pesar de todo, aún hay esperanza si nos preparamos para afrontar nuestro destino. Todavía disponemos del tiempo suficiente para resolver cómo va a sobrevivir la humanidad bajo estas circunstancias lamentables y construir desde ya, las soluciones viables y necesarias para garantizar nuestra supervivencia. Tenemos que trabajar en esta vía. Ahora mismo no sabemos cuánto tiempo durarán las futuras condiciones climáticas adversas que ya estamos empezando a padecer, ni si aparecerán nuevos desencadenantes inesperados: extinción masiva de especies (ya está en proceso), desequilibrios críticos en todos los ecosistemas, pérdida de luz solar debido a un aumento de nubes a escala global, etc. A pesar de todas estas incógnitas que el cambio climático nos presenta, tenemos que pensar que el colapso climático que viene, durará décadas o siglos. Y para afrontar este escenario aun disponemos del recurso más escaso de todos: el tiempo. Apenas dos o tres décadas antes del colapso definitivo de la civilización tal y como la conocemos hoy. Luego, cualquier acción será reactiva, y los contratiempos serán críticos, dificultando aún más cualquier intento de tomar medidas. Nuevamente, volverá a ser demasiado tarde para empezar a tomar medidas, y la Tierra pasará a ser un planeta hostil e inhabitable.
Entonces, ¿qué hacer? Podemos dejar que la naturaleza luche contra el cáncer humano y lo mantenga varios siglos al borde de la extinción, para volver a tener un planeta habitable tras varios milenios. Menos humanos, menos cáncer, más salud planetaria. Quizá sea la mejor solución de todas, aunque no sea políticamente correcto decirlo. Pero también podemos considerar que nos importa la vida humana y que debemos adaptarnos lo mejor posible al desastre que viene. No voy a referirme aquí a la utopía de la construcción del Socialismo, ni de poner en marcha el Decrecimiento, ni del control de la natalidad, ni de lograr el abandono de las energías fósiles ni la reducción drástica de emisiones contaminantes. Nos hacemos un flaco favor si pensamos que cualquiera de estas metas es alcanzable en el corto o medio plazo. En ese sentido, dentro del marco capitalista actual, si queremos prosperar debemos cambiar la forma en la que dependemos de la naturaleza y del clima para asegurar nuestras necesidades básicas. Y eso pasa por la obtención de recursos clave:
El Agua Dulce
La primera necesidad que tenemos que cubrir es la disponibilidad de agua dulce. Sin ella, toda la cadena alimenticia mundial desaparece. Debemos por tanto consolidar la disponibilidad de este recurso a toda costa. Una necesidad que se torna muy compleja de asegurar si tenemos en cuenta el derroche y la contaminación del agua que estamos llevando a cabo, y el hecho de que los ciclos naturales del agua se están rompiendo en muchas zonas del planeta. Estamos secando y contaminando los acuíferos, generando lluvias ácidas que destruyen la naturaleza, y muchas montañas nevadas están perdiendo su nieve por el calentamiento (y por ende el agua que acaba en ríos, lagos y pantanos). Por tanto, hay que tomar medidas sobre 2 vías principales:
- La reutilización del agua. En 2009 la Agencia Espacial Europea puso en marcha un proyecto llamado MELiSSA, en el que intentaron crear agua de forma artificial. El proyecto acabó siendo un absoluto fracaso, pero sirvió para aprender algo muy importante: A pesar de que no existe ninguna tecnología que pueda crear agua dulce desde “la nada”, todos los caminos para asegurar la disponibilidad de agua dulce conducen a la reutilización: El agua regenerada y reutilizada debe superar fronteras y reticencias, y erigirse como una solución estructural para garantizar el abastecimiento humano. En este sentido, también existen Hidropaneles que permiten capturar la humedad de la atmosfera y convertirla en agua potable. Se trata de un proceso de reutilización y purificación de agua que funciona con energía solar, y que posteriormente añade minerales al agua para que sea potable.
- La extracción de agua dulce del deshielo. Actualmente los casquetes polares se están derritiendo a un ritmo vertiginoso y toda el agua dulce que vierten está incrementando el nivel del mar en todo el planeta y poniendo en riesgo el equilibrio salino de las corrientes marinas que controlan parte del clima. A pesar de que esta agua dulce acaba en el mar para formar parte del ciclo del agua, es una pérdida que podría ser irrecuperable, máxime cuando se han requerido miles de años de ciclos de fijación natural del agua atmosférica en forma de hielo terrestre. Para evitar el aumento del nivel del mar y un colapso de las corrientes marinas, tenemos que aprovechar esa agua dulce del deshielo de forma directa. Además, ante un posible escenario de era glacial en el hemisferio norte, necesitaremos una tecnología capaz de descongelar el hielo terrestre para obtener agua dulce. Usar energía solar y calor proveniente de la geotermia quizá podría ser una buena solución.
La Alimentación
La segunda necesidad que tenemos que cubrir es la disponibilidad de comida, ya sea de origen animal o de origen vegetal. Si tenemos en mente el problema combinado que supone la desertificación, la pérdida de acuíferos e insectos polinizadores, y las tormentas extremas, llegaremos a la conclusión de que todo el terreno cultivable actual será papel mojado dentro de dos o tres décadas. Y si viene una época glacial, con más motivo todavía. Por tanto, necesitamos cultivar alimentos en un entorno seguro que no se vea afectado por las condiciones climáticas. Y existen alternativas. Nuevamente, hay que tomar medidas sobre 2 vías principales:
- Cultivos subterráneos. Hemos descubierto la forma de cultivar alimentos vegetales sin necesidad de luz solar ni tierra. Se trata de los cultivos hidropónicos, recintos cerrados que usan lámparas y un sofisticado sistema de riego para cultivar plantas. Otra modalidad son los invernaderos subterráneos, llamados Walipinis, capaces de resistir condiciones ambientales extremas, aunque estos sí que requieren luz solar y tierra.
- Cultivo de insectos. La industria ganadera y pesquera es insostenible tal y como está planteada, y los efectos negativos del cambio climático destruirán buena parte de la agricultura, la pesca y la ganadería del mundo. La solución: comer insectos. No queda otra.
La Temperatura
La tercera necesidad que tenemos que cubrir es térmica. Necesitamos aclimatar correctamente los hogares y los lugares donde se desarrolla la actividad humana (escuelas, hospitales, instituciones, oficinas, hoteles, restuarantes, etc). Será un requisito disponer de bombas de calor que funcionen tanto para dar frío como para dar calor, y obviamente, para obtener agua caliente.
Huelga decir que, para garantizar todas estas necesidades básicas se requiere un factor transversal y crítico: tener energía para que todo funcione. Sin fuentes de energía renovable, nuclear o de combustión, estamos absolutamente muertos, no podríamos ni reaprovechar el agua, ni cultivar, ni cocinar, ni calentarnos/enfriarnos, ni tendríamos transportes de ningún tipo, ni tendríamos luz por la noche, ni podríamos usar las telecomunicaciones, ni nada.
Así que, de momento, tenemos que conservar y generar toda la energía que podamos para mantenernos con vida. ¡Hasta que el planeta reviente, y más allá!