Como leo previsiones apocalípticas un día sí y otro también, creo que no está de más intentar una aproximación realista al problema del cambio climático.
Empecemos por las causas.
En primer lugar, ya no se puede parar. Se puede ralentizar, acaso, o se puede aminorar su efecto, pero solamente mediante una acción global que no está a nuestro alcance. Con 8000 millones de habitantes y en un mundo dividido en soberanías nacionales, no se pueden tomar acciones conjuntas. Vamos todos en un barco, y algunos siguen empeñados en hacer agujeros en su camarote. Da igual lo estanco que tú mantengas el tuyo: el barco se hunde igual. O puedes pararles los pies a los que agujerean el caso en su zona, o el hundimiento es inevitable. Nos podemos contar lo que nos dé la gana sobre lo ético que es mantener seco y estanco tu trocito, pero es absolutamente inútil. Y encima, los que se niegan a dejar de agujerear el casco son los más poblados y los más industrializados. EEUU, Rusia, India, China y Brasil, por ejemplo, no han firmado ningún acuerdo climático. El corcho que nosotros pongamos en una esquinita es tan ético como irrelevante.
Así que, como no hay remedio, vayamos a las consecuencias.
Desde luego, el planeta no va a resultar destruido. Eso es una tontería gigantesca. El planeta va a sobrevivir y la vida en la Tierra seguirá adelante. Lo que perjudica a unas especies beneficia a otras. No hay más.
Una de las especies perjudicadas será la humana, que actualmente puebla el planeta en un rango amplísimo de latitudes, desde las proximidades a los casquetes polares hasta las grandes zonas desérticas. Esa franja habitable para el ser humano se reducirá drásticamente, con lo que varios miles de millones de seres humanos no tendrán dónde vivir. Por ese motivo, los que pierdan su espacio vital iniciarán un movimiento desesperado hacia zonas habitables, donde serán recibidos con los brazos abiertos, o con salvaje hostilidad. Supongo que habrá de todo, y muchos grados de término medio. En ese momento, las guerras serán constantes. En unos casos, las ganarán los que ocupaban previamente el territorio y en otros, los recién llegados. Saber quién intentará ir a dónde es un ejercicio cercano a la ciencia ficción, y saber quién resistirá el movimiento migratorio y quién lo aceptará, más o menos lo mismo.
Lo que sí está claro es que, entre los que queden atrás y los que pierdan esas guerras, la población se reducirá de una manera drástica, hasta adaptarse al nuevo espacio vital disponible, que quedará en manos de los que ganen, sean unos u otros. Cuando pasas el agua de una garrafa a una botella, en la botella cabe el agua que cabe, y el resto rebosa y se va por el desagüe. No hay más.
La Humanidad, afincada en las zonas habitables, buscará un nuevo equilibrio y una nueva forma de relacionarse. Y así subsistirá hasta la recuperación o hasta el siguiente desastre, que achique aún más el espacio vital disponible.
Pero nada de extinción. Con la difusión que actualmente disfruta nuestra especie, eso es terriblemente difícil. Pueden sobrevivir cinco mil millones o quinientos, dependiendo de cómo se den las cosas, pero hablar de una extinción es poco serio.
Tranquilos, que no hay que alarmarse tanto. Por la especie no, al menos.