La burocracia como paradoja del espacio y el tiempo

La burocracia es un sistema mediante el cual se separa a las personas de las consecuencias de sus actos.

La frase no es mía, pero como encuentro al autor, vamos a centrarnos simplemente en si es cierta o no, en vez de en analizar la ideología de quien quiera que la escribiese.

La burocracia, en efecto, es un intento de esterilizar los personalismos, convirtiendo las personas en instituciones, de modo que las pasiones humanas, nuestras mierdas, nuestras preferencias, filias, fobias y babeos, desaparezcan tras una cortina de legitimidad. Y este acto no es exclusivo de la izquierda o de la derecha, y precisamente por eso la burocracia medra en cualquier sistema político, desde le capitalismo más repugnante al comunismo más hediondo.

Un ejemplo ayuda: ¿Tenemos que gestionar un banco? Pues amigos, hablamos de avaricia, del poder de conceder un préstamo o no, del inmenso poder de tener un poco más de paciencia con un impagado o iniciar ya mismo la subasta de desahucio y liquidación. Tenemos el poder de decidir quién compra las tierras, quién manda en el pueblo, quién cierra la fábrica, quién pierde la casa, quien manda a estudiar a sus hijos y quien los ve convertirse en parias. Tenemos el poder de decidir dónde se edifica y dónde no, qué comen los pollos, donde cagan los perros, qué valle se riega, qué valle se inunda, por dónde pasa la carretera y quien camina cuesta arriba y quién cuesta abajo para tirar la basura al contenedor.

Todas esas decisiones las van a tomar personas. Puede que muchas, pero personas, con una media de 1,94 piernas y 1,88 brazos. Personas que están casadas o no con alguien, que tuvieron un disgusto amoroso o económico, o no, hace algún tiempo,. Personas invariablemente con padres, variablemente con familia, posiblemente con primos, amigos, intereses, hipotecas, análisis de sangre, multas de tráfico, carreras en las medias y/o en la Universidad.

Esas personas van a provechar, siempre, su poder, para resolver sus asuntos futuros, mejorar los presentes o vengar los pasados. Aunque no quieran. Aunque intenten lo contrario. Lo van a hacer, porque esa es nuestra naturaleza, y para evitar que los administrados se den cuenta, se inventa la burocracia.

Ya no es tu exnovia de los veinte años la que te niega la hipoteca. Es el departamento de riesgos del banco.

Ya no es tu sobrina la que te da el permiso de obras: es el gabinete técnico del Ayuntamiento.

Ya no es un enemigo de tus padres el que quiere cerrarte la granja de vacas por contaminación acústica de un pueblo abandonado (caso real), sino el departamento de Medio Ambiente de la Diputación Provincial.

Los burócratas, parapetados tras sus cargos, puede simular imparcialidad. Pueden incluso vivir en la ficción de que son las instituciones las que deciden. Pueden decirnos que existe un protocolo para las listas de espera del hospital y que por eso murió la abuela (pero no el primo del administrador). Pueden decirnos que la banca pública es de todos y que la gestiona democráticamente el pueblo, y no la hija de Bernarda Alba ajustando cuentas. Pueden incluso afirmar que el agua es de todo y no del que decide el trasvase.

Y lo mejor de todo: pueden hacerlo aprovechando las ventajas de su poder pero sin asumir las consecuencias cuando algo sale mal o se perjudica a alguien. Porque la burocracia es distancia. Es una muralla. Es un foso poblado de pirañas, cocodrilos y lirones.

Y no sabes si es peor que te muerdan, o que se duerman... Pero témelos.