Aún no hay segunda ola

Creo que hay que ser prudentes: aún no hay segunda ola. Lo que estamos viviendo es solamente el repunte de la primera, previsto en casi todas las gráficas que vimos y olvidamos durante el confinamiento. ¿Os acordáis de aquello de aplanar la curva? Pues se ha hecho, pero en todos los modelos aparecían repuntes y nuevas curvas. Ahí estamos.

Estaba claro: en cuanto se permitiese la movilidad, habría un repunte de casos, y con una verticalidad distinta.

Mientras la primera oleada empezó por los mayores, en las residencias, y se extendió hacia abajo en el rango de edad, el repunte tenía que ir en sentido contrario: se extendería primero entre los más jóvenes e iría avanzando hacia arriba en la escala de edad hasta alcanzar a los más vulnerables, cosa que yo espero para dentro de un par de semanas. Pero no es la segunda oleada.

La segunda oleada llegará en otoño, cuando aparezca la gripe estacional y nadie distinga churras de merinas. Cuando cada catarro se trate con todos los temores y todas las precauciones. Cuando cada tos sea motivo de lágrimas y alarmas. Cuando cada moquero húmedo se convierta en heraldo de la parca.

Entonces vendrá el llanto y el recrujir de dientes, en versión digital, porque resulta que los medios y los gobiernos han fomentado una conjunción estelar del miedo y tendrán que pagar por cada susto. Por los justificados y por los que no lo son tanto.

Entonces llegará la hora de las urgencias colapsadas por clientes habituales del Frenadol, convenientemente mezclados con personas en verdadero peligro de muerte, y ahí estará el gran desafío.

Entre tanto, la situación sigue el camino de eso que llaman nueva normalidad y que no es más que una ruina embozada, enmascarada, carnaval de precavidos que no saben los que es un grafo de propagación y empujan las métricas de los periódicos más alarmistas, cuesta arriba, como mulos porteadores.

No estamos aún en la segunda ola. No sé si habrá segunda ola de virus. La habrá de alarma, de vete a saber, de mocos y tos, de miedo y sinrazón, de tisana, Kleenex y cementerio, todo en uno, cada cual lo que le toque, al azar o poco menos, al azar o poco más.

Porque la segunda ola será eso: confusión, pánico, dudas y patada en el trasero. Con suerte, buena patada en el trasero acertado. Con mala suerte, caos, colapso, desaliento y patada al que menos se la espera.

Pero aún no.