Decía el florentino que, según la experiencia adquirida de sus numerosas lecturas de los clásicos y en sus misiones diplomáticas, son solo dos cosas las que hacen que los hombres se subleven: la propiedad y el honor.
Siempre que no se quite a la generalidad de los hombres su propiedad ni su honor, viven contentos y en paz.
En otras palabras, no son la pobreza o la tiranía, por ejemplo, las causas de los levantamientos populares. Al fin y al cabo, como dijo Tolstoi, o eso creo recordar, un hombre aceptará sus condiciones de vida siempre que sus semejantes también lo hagan. En cambio, la plebe se muestra furiosa cuando siente que se le sustrae algo que considera propio o al sentirse humillada.
Desde esta perspectiva, podríamos comprender como el movimiento del 15M consiguió conectar con los sentimientos populares. Por un lado, estaba claro que la crisis económica la iban a pagar las clases populares mientras los causantes incluso se beneficiarían. Era un robo, perpetrado contra las clases humildes. Por otro lado, el espectáculo dantesco que suponían los continuos casos de corrupción, la inacción de las élites ante la situación y la impunidad de los culpables, generaban una sensación de humillación. Los de arriba no solo robaban, sino que se mofaban de sus víctimas. La propiedad y el honor. Los indignados.
Podemos supo capitalizar este descontento popular presentándose como el azote de los corruptos que robaban a manos llenas y que incluso se atrevían, como cierta política madrileña decía, a retarles a que formaran un partido. Así lo hicieron y la teoría de maquiavelo funcionó a la perfección: muchos querían una respuesta a las afrentas a la propiedad y el honor sufridas por las clases populares.
Sin embargo, desde estas mismas coordenadas se puede analizar el declive del partido morado. Tanto por sus propias acciones como por el discurso propagado por sus rivales, se consiguió que la percepción fuese justamente la contraria. Ahora serían presentados como quienes realmente ponían en peligro la propiedad y el honor de las clases populares. Su giro hacia la defensa de políticas identitarias y de defensa de las minorías hizo que se comenzasen a percibir como una amenaza a la propiedad, mediante su caricaturización como paladines irreflexivos de la inmigración ilegal y de los okupas. La propiedad estaba en peligro, puesto que el discurso hegemónico consiguió transmitir que las clases populares corrían el peligro de ser sustituidas en sus precarios trabajos por sinpapeles o directamente expropiados por okupas.
Por otro lado, ese discurso también los presentó como causa de humillaciones varias. Eran los que insultaban a los hombres solo por el hecho de serlo, eran los que insultaban a los obreros que no les votaban. Todo ello, sin olvidar el sempiterno nacionalismo centrífugo. Para muchos, la fragmentación de España sería tanto un robo como una humillación.
Mucho se ha hablado de este ciclo político y de sus causas, pero siempre merece la pena analizar el presente a la luz de los clásicos. Como el propio Maquiavelo decía, las pasiones de los hombres siempre han sido las mismas, por lo que consideraba posible aprender para su presente de la historia de Roma. Aunque vivamos en un mundo tecnológicamente irreconocible para nuestros antepasados, puede que el italiano tuviese algo de razón y las pasiones que hacen movilizarse al pueblo sean tan universales como voluble su voluntad:
El pueblo, caprichoso e inconstante, engañado muchas veces por una falsa apariencia de bienestar, desea su propia ruina [...] y entonces la república queda expuesta a infinitos daños y peligros.