Capítulo extraído del libro "La Guerra del Arte" de Steven Pressfield
El artista y el fundamentalista enfrentan el mismo problema, el misterio de la existencia como individuos. Cada uno hace la misma pregunta: ¿Quién soy yo? ¿Por qué estoy aquí? ¿Cuál es el significado de mi vida?
En etapas menos avanzadas de la evolución, la humanidad no tenía que preocuparse con estas preguntas. En la etapa del salvajismo, del barbarismo, en la cultura nómada, sociedad medieval, en las tribus y clanes, la posición de uno como individuo estaba determinada por las reglas de la comunidad. Fue hasta el inicio de la era moderna (empezando con los antiguos Griegos) con el nacimiento de la libertad y el individuo, que esos asuntos comenzaron a existir.
Estas no son preguntas fáciles. ¿Quién soy? ¿Por qué estoy aquí? No son fáciles porque el humano no está diseñado para funcionar como individuo. Estamos diseñados para funcionar en tribus, como parte de un grupo. Nuestras mentes están programadas por millones de años de evolución como cazadores y recolectores. Nosotros sabemos lo que es el clan; sabemos cómo encajar en un grupo. Lo que no sabemos es cómo estar solos. No sabemos cómo ser individuos solitarios y libres.
El artista y el fundamentalista provienen de sociedades en diferentes etapas de evolución. El artista es el modelo avanzado. Su cultura posee abundancia, estabilidad, suficientes recursos para permitir el lujo de la auto examinación. El artista está basado en la libertad. No le tiene miedo a ella. Es afortunado. Nació en el lugar adecuado. Tiene un núcleo de autoestima, de esperanza en el futuro. Creé en el progreso y la evolución. Su fe en la humanidad está avanzando, aunque sea imperfectamente y de manera pausada, hacia un mundo mejor.
El fundamentalista no ve el mundo de esta manera. En su mente, la humanidad ha caído de un lugar elevado. La verdad no está esperando ser revelada; ya lo ha sido. La palabra de Dios ya ha sido dicha y transcrita por sus profetas, sea Jesús, Muhammad o Karl Marx.
El fundamentalismo es la filosofía del desvalido, del conquistado, del impotente, del expatriado y el desprotegido. Su nacimiento proviene de derrotas políticas y militares, así como el fundamentalismo Hebreo surgió durante la opresión de Babilonia, así como el fundamentalismo Cristiano apareció en el Sur Norteamericano durante la Reconstrucción , así como el concepto de una raza dominante creció en Alemania después de la Primera Guerra Mundial. En esos tiempos de desesperación, la raza oprimida moriría sin una doctrina que restaurara su esperanza y orgullo. El fundamentalismo Islámico asciende del mismo panorama de desesperanza y posee la misma tremenda y poderosa atracción.
¿Qué es exactamente esta desesperanza? Es la desesperanza de la libertad. La dislocación y castración experimentada por el individuo que ha sido liberado de las familiares y reconfortantes estructuras de la tribu y el clan, la aldea y la familia.
Es el estado de la vida moderna.
El fundamentalista (o más específicamente, el individuo que adopta el fundamentalismo) no puede soportar la libertad.
No puede encontrar su camino hacia el futuro, así que se refugia en el pasado.
Regresa en su imaginación a los días de gloria de su propia raza, y busca reestablecerse a sí mismo en esa luz más virtuosa. Él quiere regresar a lo básico.
A lo fundamental.
El fundamentalismo y el arte son exclusivos mutuamente. No existe arte fundamental. Esto no quiere decir que el fundamentalista no sea creativo. En vez de eso, su creatividad está invertida. Crea destrucción. Incluso las estructuras que él crea, sus escuelas y sus redes de organización, son dedicadas a la aniquilación, de sus enemigos y de sí mismo.
Pero el fundamentalismo reserva su mayor creatividad para la descripción de Satán, de la imagen de su enemigo, en base a la cual él define y le da sentido a su propia vida. Como el artista, el fundamentalista experimenta la Resistencia. La vive como la tentación del pecado. La Resistencia es para el fundamentalista, el llamado del Maligno, buscando seducirlo, alejarlo de su bondad. El fundamentalista está consumido por Satán, a quien ama como ama a la muerte. ¿Es coincidencia que los terroristas suicidas del World Trade Center frecuentaban Strip Clubs durante su entrenamiento, o que piensen que la recompensa por sus actos es un grupo de vírgenes y la licencia de hacer con ellas lo que deseen en el más allá? El fundamentalista odia y le teme a las mujeres porque las ve como emisarios de Satán, tentaciones como Dalila tentó a Sansón y le quitó su poder.
Para combatir el llamado del pecado, también conocido como Resistencia, el fundamentalista se sumerge en acciones o el estudio de los textos sagrados. Se pierde en ellos, así como el artista se pierde en el proceso de creación. La diferencia es que mientras uno ve para adelante, buscando crear un mundo mejor, el otro ve para atrás, esperando regresar a un mundo más puro del cual todos hemos caído.
El humanista cree que la humanidad, como individuos, ha sido llamada para crear un mundo con Dios. Es por esto que le da tanto valor a la vida humana.
En su visión, las cosas progresan, la vida evoluciona; cada individuo tiene valor, al menos de manera potencial, para avanzar esta causa. El fundamentalista no puede concebir esto. En su sociedad, la falta de conformidad es no solo un crimen sino herejía; una transgresión contra Dios mismo.
Cuando el fundamentalismo gana, el mundo entra en una era obscura. Pero aun así, no puedo condenar a alguien que es atraído a esta filosofía. Considerando mi propia jornada, las ventajas que he tenido en educación, prosperidad, soporte familiar, salud, y la pura suerte de haber nacido en América, y apenas he aprendido a vivir como individuo autónomo, por poco, y a un costo mucho más elevado del que quisiera pensar.
Puede ser que la raza humana no esté lista para la libertad. El aire de la libertad puede ser demasiado raro para nosotros poderlo respirar. Ciertamente no estaría escribiendo este libro, acerca de este tema, si vivir con libertad fuera sencillo. La paradoja parece ser, como Sócrates lo demostró hace mucho tiempo, que el individuo verdaderamente libre es solo libre mientras más se conozca a sí mismo. Mientras que aquellos que no se sepan gobernar, están condenados a encontrar quién los gobierne.