El guion es conocido: confundir las cosas con sus nombres y creer que porque se manipulan las palabras o las categorías se modifican las realidades que designan.
Dice Arnaldo que la izquierda en el Estado español no tiene patria, que la ha secuestrado la derecha. Me pregunto entonces si la carretera que utilizo para ir al trabajo, la oficina de la Seguridad Social donde el otro día tuve que poner al día cierto asunto, el ambulatorio donde llevé a mi hija esta tarde o toda esa infraestructura que permite que por el grifo salga agua no es nuestra.
Arnaldo, tipo inteligente, me temo que más español de lo que le gustaría, buen conocedor de los entresijos, fuerzas y temores de la política nacional, ataca así de forma directa una de las supuestas particularidades de nuestra izquierda: su rechazo a los símbolos nacionales, véase patrióticos para el caso. Sabe Arnaldo donde está la llaga, y no duda en poner el dedo, vaya a ser que a base de repetir que no tenemos patria nos convenza y hagamos de esto una realidad.
Primero, comencemos por lo obvio: sí Arnaldo, los símbolos nacionales, la bandera, la pulserita, el himno y toda esa filfa sentimentalista e identitaria fueron secuestrados hace ya mucho tiempo por la derecha, ustedes esto ya lo saben. Y no me entiendan mal con eso de “filfa”, los símbolos tienen su relativa importancia, "somos sentimientos y tenemos seres humanos" decía no hace tanto una mente enajenada. Pero cuidado con no confundir el símbolo, una construcción idealista que se asocia y dice representar un objeto o fenómeno, con su representado. Arnaldo confunde, como los males doctores, los síntomas con las causas. La patria no se encuentra en los símbolos, sino que los símbolos representan, en el mejor de los casos, la patria (y esto ya es mucho decir).
Arnaldo nos demuestra aquí, como buen nacionalista cultural, que no puede escapar de ser un romántico (y no en su acepción coloquial, esos que regalan flores, sino filosófica), y por tanto un idealista que confunde las construcciones de carácter intelectual con la realidad a las que refieren. Para Arnaldo, pasa que si la izquierda española rechaza la bandera, resulta que la izquierda española no tiene patria... y chimpún. Es tan evidente el grosero salto de malabarista con el que el de Elgóibar quiere colarnos el argumento, que no veo necesario parar más en esto. Y es que como romántico idealista, Arnaldo da más prioridad a las ideas y a los símbolos con las que estas se asocian, que a las relaciones materiales que se demuestran: si me pongo como capa la bandera de España es que tengo patria, si ver eso me hace poner una mueca es que no la tengo. Arnaldo, de nuevo de la mano de Abascal, pues para este último pareciera también que quienes nos negamos a llevar la pulserita tampoco tenemos patria, o quién canta muy alto a la bandera es que la tiene, sea esta la Ikurriña o La Rojigualda. Cosas de que ambos duerman con los “Discursos a la Nación” de Fichte en la mesilla.
Para el nacionalista cultural, se diga de izquierdas o de derechas, la patria, lo mismo para la nación, no se encuentra en los límites que las relaciones materiales y políticas demuestran, sino en la nebulosa de los sentimientos. La patria, elevada a sustancia metafísica sin posibilidad de comprobación objetiva en eso que llamamos “mundo”. Usted podrá vivir inserto en una sociedad que opera en un determinado territorio y que ha construido de forma efectiva unas relaciones materiales -jurídicas, económicas, políticas, diplomáticas, etc.- que, con mayor o menor acierto en la práctica, aseguran unos mismos derechos y deberes, tanto para el que está en Irún como para el que está en Tarifa, que si no pone la bandera en el balcón, Arnaldo le dice que usted no tiene patria.
Nada de esto debería sorprendernos ya de Arnaldo. Siempre elige bien las palabras hacia fines, buen demagogo, de esos que disparan con mirilla. Lo que sí que tal vez debería llamarnos la atención es ver como parte de esa izquierda que tanta energía invierte en la creación y defensa de una red de relaciones que nos permitan unas bases materiales comunes para la existencia, una patria, cede de forma gratuita el discurso a la mayor de las ideas reaccionarias: la patria como sentimiento, la patria como algo de unos y no de otros.
* Imágen de Paula Andrade