Bendecido con una herencia que le quitó de trabajar desde que tuvo edad de hacerlo, llevaba cuarenta años dedicado al ocio. Pero a estas alturas eran pocos los amigos que le seguían el ritmo, o con los que encontraba cosas en común. Por un lado, trabajaban, y ese mundo arcano de los puteos de jefes y compañeros, el estrés, o la obligación de seguir por la necesidad mensual de dinero, le era cada vez más ajeno. Por otro, con esta forma de vivir, sus experiencias vitales, y las de ellos, habían ido cada una por su lado. Pero constatarlo no le ahorró a Booster la amargura ni el disgusto de saber que ahora estaba solo, distanciado de los demás, cada vez más aislado en una vida sin propósito. Comenzaba a molestarle todo, las reuniones de gente aparentemente feliz en las terrazas de los bares, las fotos en Instagram de la vie en rose de todo el mundo, sin distinguir edades, pero sobre todo, por encima de todo, la obsesión de quienes habían sido padres en exhibir a sus hijos. Como si hubiera un mérito en su existencia, o en su mediocridad, en virtud de una afinidad genética. Ellos eran el problema, tanto como sus padres, y seguramente como lo habían sido sus abuelos. La humanidad era el problema, todos, del primero al último, desagradecidos todos, desgraciados, malvados, capaces de lo peor, germen del mal en este planeta. Llegado a ese punto, experimentó una epifanía: acababa de encontrar la solución.
Desde aquel momento en que su cerebro fue iluminado por la luz de la razón, Booster vive una cruzada. Dedicado a convencer a todos de que no tengan más hijos. Convencido de que si logra impedir las ganas de reproducirse de las personas, todos los males de este mundo, los trolls de internet, los malos políticos, los abusones, los jefes explotadores, los milmillonarios tiránicos, los guardias civiles y policías que abusan de su cargo, absolutamente todos, desaparecerán. Y sus males con ellos. A diario, desde su cubil, dedica doce y catorce horas diarias a insertar comentarios preescritos en todas las noticias, y especialmente en el foro de Menéame. Obsesionado con convencer al universo de que la mejor eugenesia es la extinción.
Dedicado a todos los que antes, ahora, o en el futuro se han cruzado con las turras del Pacificador Generacional. ¡Y que vivan nuestros hijos coño ya, pesao!