#8 Es cierto que los conocimientos científicos del alumno de hoy han de ser superiores a los del alumno de hace 50 años, por la simple razón de que estos conocimientos son muchos más.
Sin embargo, el incremento de avances no ha visto similar evolución en lo procedimental. A pesar de propuestas conocidas como las de Faure, Freinet y otros, a principios del siglo XXI seguimos educando en muchos casos con métodos anteriores al siglo XX, absolutamente obsoletos, ineficaces e ineficientes para los requerimientos actuales. Por desconocimiento de la ciencia pedagógica o por pereza.
Otro fallo proviene de centrar el debate en los cambios legislativos y no procedimentales, dándoles a aquellos un peso en el aprendizaje que no tienen. Sobre todo cuando la financiación no acompaña.
Otro fallo proviene del pensamiento mágico (en contraposición al científico). Como por ejemplo pensar que la masificación en las aulas no comporta una merma en la calidad de la enseñanza. O que el sistema memorístico, y ajeno totalmente a la evolución mental a lo largo de la vida del ser humano, como el de hace 50 años, era mejor que el actual.
#5 Así, y dependiendo de su peso para la determinación del resultado final, así como de su integración en el conjunto del proceso de enseñanza-aprendizaje, y por tanto de las implicaciones emocionales que tenga para el alumno, la prueba que me comentas puede ser muy estresora o nada estresora para el alumno. Y es que no es la prueba en sí el problema.
#5 La OMS (Organización Mundial de la Salud) define el estrés como el conjunto de reacciones fisiológicas que prepara al organismo para la acción. El problema del estrés no es padecerlo puntualmente, sino que se extienda en el tiempo.
Igualmente, el problema para la salud de una prueba objetiva como procedimiento de evaluación surge cuando su peso es determinante (cuando no único) para el resultado final. Este peso determinante es lo que hace el concepto examen. Y es en contraposición a esto que surge el concepto "evaluación continua", en la cual las pruebas objetivas existen, pero con una función mucho más orientadora (detección de fallos) que eliminadora, e integradas en un conjunto más amplio de técnicas y procedimientos que hacen que, siendo mucho más eficaz su uso, no se transforme en un trauma que, a la postre, tampoco cumple bien su función presupuesta: Evaluar lo que sabe el alumno. Es un hecho probado que el alumno obtiene mucho mejores resultados sin la presión de la prueba determinante y eliminadora que con ella. Y que su salud y su entorno se resienten mucho menos.
En este sentido recomiendo la lectura del Libro Blanco de la Educación, del año 1969, mucho más claro y explicativo.
Afortunadamente la ciencia pedagógica ha provisto al docente (y la ley educativa española desde los años 1969 y 1970) de procedimientos sobrados, mucho más eficaces y eficientes que el examen, para evaluar los aprendizajes de un alumno sin caer en la ineficacia del examen (que no olvidemos es el último procedimiento que subsiste en la educación de la escolástica tomista).
#3 Tres preguntas:
¿En qué discrepas?
¿Qué argumentos tienes para entrecomillar la palabra experto?
¿Tu valoración es como pedagogo, como enterado o como ni una cosa ni la otra?
Sin embargo, el incremento de avances no ha visto similar evolución en lo procedimental. A pesar de propuestas conocidas como las de Faure, Freinet y otros, a principios del siglo XXI seguimos educando en muchos casos con métodos anteriores al siglo XX, absolutamente obsoletos, ineficaces e ineficientes para los requerimientos actuales. Por desconocimiento de la ciencia pedagógica o por pereza.
Otro fallo proviene de centrar el debate en los cambios legislativos y no procedimentales, dándoles a aquellos un peso en el aprendizaje que no tienen. Sobre todo cuando la financiación no acompaña.
Otro fallo proviene del pensamiento mágico (en contraposición al científico). Como por ejemplo pensar que la masificación en las aulas no comporta una merma en la calidad de la enseñanza. O que el sistema memorístico, y ajeno totalmente a la evolución mental a lo largo de la vida del ser humano, como el de hace 50 años, era mejor que el actual.