#36@jm22381,jose Mari para los amigos, se acuerda de todas sus parejas sexuales: su mano derecha, y aquel escarceo con la izquierda, por la tendinitis.
#28 Son medidas que tienen impacto generacional, por eso tienen mala prensa, no se ven sus efectos inmediatos.
El gran problema con los gitanos rumanos es precisamente que las políticas de integración que se aplicaron en España desde los 80 allí ni las han olido, y ahora mantener poblaciones al margen de la sociedad sale mucho más caro (delincuencia, penas de cárcel, familia desestructuradas, enfermedades...).
Es una de las pocas cosas, junto con la ley de costas, que en este país se hizo bien.
#15 Tenemos mala memoria: 2011, 2013 y sobre todo 2012, una vez pasados los primeros momentos del 15M y la frustración comezó a cumplas, fueron de gran violencia. Muchos manifestantes y periodistas heridos, las manos y concentraciones acababan por sistema con carreras y porrazos.
Si no estuviste es porque seguramente seas parte del problema.
#166 No, el responsable de excitase es siempre uno mismo. Y es una variable cultural: en muchas sociedades las mujeres van con los pecho al aire y no hay "provocación" posible; en otras mostrar el pelo ya es una invitación al acoso.
Esta es la prueba de que no hay base biológica y que la excitación es cultural: no es necesario prohibir la exposición de los pies, por ejemplo, para que sean un objeto de deseo, eso sí, en su contexto adecuado.
#27 Exacto, es el mecanismo de cambio de estado el que logra el enfriamiento.
El botijo es un buen diseño por otros motivos: es prácticamente esférico, la geometría con relación de forma más baja, por lo que tiene una mínima superficie de la masa de agua expuesta al calor. El grosor del recipiente también tiene que ser ajustado, ya que demasiado grueso no permitiría llegar a filtrarse y sólo funcionaría como aislante.
#97 Los ateos por lo menos se hacen responsables de sus neuras, y no hacen trampas intentando explicar sus prejuicios con historias que violan todas las leyes del universo para sentirse satisfechos consigo mismos.
Un ateo tendría muy difícil explicar por qué le tiene que decir a otra persona cómo tiene que vestir. Un religioso puede decidir humillar a una mujer (ya que son siempre éstas las responsables del pudor y la excitación del hombre) por enseñar el cacho de carne que en ese momento o en tal pasaje de un libro arqueológico se decida que carece de moralidad.