Básicamente, se debe a que la vacuna de la viruela se administraba con una aguja diferente a las que se usan mayoritariamente hoy en día. De hecho, no solo era diferente la aguja, también lo era el lugar en el que se depositaba su contenido. En vez de ser una inyección intramuscular, se inyectaba la vacuna debajo de la piel, imitando en cierto modo el proceso de variolización en el que se inspiró la vacuna de la viruela. Por eso, las personas vacunadas suelen tener esa cicatriz.