Remontémonos en el tiempo hasta finales del siglo X. Los cristianos se habían puesto en camino para dirigirse en peregrinación hacia los lugares donde estaban enterrados los santos. Estos últimos habían intercedido sin duda en favor de los hombres y Dios había acabado dejándose conmover aplazando la destrucción prevista para el año 1000. Uno de los más eficaces debía de haber sido Santiago, quien, en Compostela, atraía a miles de hombres y de mujeres que abandonaban su familia, su trabajo, dejándolo todo para ir a rezarle en ese lugar de.....