Andrei Alexandrescu no tuvo muchas oportunidades. Y tampoco Walter Bright. Cuando los dos se reunieron para tomar unas cervezas en un bar de Seattle en 2005, cada uno estaba en medio de la construcción de un nuevo lenguaje de programación tratando de rehacer la forma en que el mundo crea y ejecuta su software. Eso es algo muy parecido a una tarea imposible, como demasiado bien sabía Bright. “Tu lenguaje de programación puede tener buenas ideas, pero nunca va a tener éxito”, se dijeron. Aún así decidieron unir sus esfuerzos para crear D.
