Aunque todos esperamos con impaciencia el día en que podamos predecir los atascos de tráfico, relegar los ensayos con animales a los libros de historia o determinar la probabilidad de que alguien padezca cáncer, quizá lo más aterrador para una sociedad tan dependiente de Internet sea que la computación cuántica pone en peligro todas nuestras infraestructuras digitales. Nuestra Internet contemporánea se basa en la criptografía: el uso de códigos y claves para asegurar la comunicación privada y el almacenamiento de datos.
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