Esa negrura, que no vemos, la respiramos constantemente en la ciudad. Pensamos que estamos protegidos de la contaminación por no verla, pero la respiramos. Y las partículas son tan pequeñas que atraviesan los filtros corporales y acaban depositándose en los bronquiolos, de donde ya no hay manera de extraerlas. La situación es insostenible en ciudades como Madrid... pero las soluciones son bastantes fáciles