Como proyectillo vacacional del verano Mark Rober y su cuadrilla construyeron el «robot lanzapiedras perfecto» –al que llamaron cariñosamente Skippa–utilizando como base un lanzador de platos de arcilla (como los del tiro al plato). En su primera versión funcionaba bien pero era un tanto simple; con ayuda de sus sobrinos lo decoró para que se pareciera más a un robot «clásico» y luego marcó un plan de mejora ingenieril.
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