Con la ayuda de ingenieros retirados que habían participado en el programa Apolo, Thomarios y sus empleados se pusieron manos a la obra, a menudo en condiciones infernales, pues aunque empezaron el trabajo en enero al trabajar bajo la carpa la temperatura era muy elevada, por no hablar del ruido de lijado, martillado, y la atmósfera nociva que se formaba en su interior al ir eliminando capas y capas de porquería y pintura antiguas.
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