Desconozco si la moda de pagar a un coach (por cierto niños, no se dice coacher, que para ser todos tan nativos de inglés menudas cosas vais diciendo) y a un gurú que argumenten y den consejos en clave psicológica va a pasar de moda, pero sí tengo claro que cada vez que me cruzo con la versión mística del discurso de gestión empresarial me llevan los demonios.
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