¿Hasta cuándo un Estado de Derecho tiene que seguir pagando los “antidemocráticos regalos” concedidos por una Dictadura golpista a "una empresa criminal disfrazada de religión, llamada Iglesia”? Lo ignoramos. Pero nadie podrá negar que, mientras exista el Concordato, seguimos como en el nacionalcatolicismo, camuflado en una aparente aconfesionalidad constitucional, tan inútil como hipócrita.
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