Hace mucho tiempo que asumí que, caminando de noche en una calle solitaria, los hombres tenemos que cambiarnos de acera si nos aproximamos a una mujer, ya sea de cara o de espaldas. La mujer va a ganar en tranquilidad y, sinceramente, es algo que no me cuesta nada hacer. Parece que no todo el mundo está de acuerdo.