J. J. Abrams es un excelente director de cine que hace películas que no cuentan nada. Saltó a la fama principalmente por la serie "Perdidos" (Lost) y más recientemente conocido por películas como “El despertar de la Fuerza”, que dio inicio a la nueva saga de Star Wars. Sus producciones se caracterizan por una sublime puesta en escena a nivel artístico y técnico que conforman obras sorprendentemente vacías de contenido.
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Todas sus creaciones cuentan con una premisa intrigante, mezcolanza de géneros y grandes ideas de otros autores que crean una expectativa enorme. Es un gigantesco envoltorio de regalo que te mantiene entretenido quitando capas y capas y capas de papel, hasta que al desenrollar la última descubres con asombro que no hay nada dentro. No es que sus obras sean mediocres, no lo son, es que son un engaño, con todas sus letras y en el sentido más literal.
Si bien el cine malo siempre ha existido, esto es algo un poco distinto. Se trata de la creación de fórmulas de laboratorio, minuciosamente estudiadas, para aportar los ingredientes necesarios que hacen que se conforme una apariencia de (buena) película, sin que ésta lo sea realmente.
Su cine contiene secuencias estéticamente atractivas y bien orquestadas que avivan terriblemente el interés, pero que no tienen relación con ningún hilo argumental. Son gajos inconexos. Una especie de collage de distintas influencias creativas que tratan de emular una cierta sensación en el espectador.
Esta tendencia ha tenido mucho éxito y ha contagiado a una generación de directores y productores de cine y de series de televisión que se han subido al carro entusiasmados. Algunos autores han llevado esta práctica al culmen del oficio con una sofisticación sorprendente. Lo novedoso es que han conseguido generar una industria en torno a esta idea, y hasta fans.
Ahora están por todas partes, elevados por la crítica mainstream y por sus leales seguidores. Todos estos directores, guionistas y productores están encantados de conocerse. Han pensado: ¿para qué vamos a hacer cine, cuando podemos hacer la “experiencia del cine”? Una mezcla de nostalgia y postureo que no termina de ser entretenimiento. Son spots publicitarios, son vivencias fugaces, eventos. Son trailers de cine infinitos.
Es mejor parecer que ser ¿no es genial? Desde luego les sale rentable, tienen más visibilidad que nunca y quitan de en medio, con más fuerza si cabe, a creadores que sí tienen algo que contar.