Al pie de una de esas mastodontes formidables que hienden el espacio con furia de ciclón aparece como una figurilla delicada y frágil. Pero cuando el jefe de maquinistas, señor Ocerín, encargado de las enseñanzas dice 'arriba' ante el monstruo de hierro del expreso de Galicia, aquella muchacha, que con su chaqueta azul y su pantalón bombacho parece un adolescente, se encarama por los sucios peldaños de la locomotora, hunde las manos enguantadas entre las manivelas y con precisión exacta obliga a resoplar al gigante y hace arrancar al tren”. Jua