En realidad, yo no tengo edad suficiente para contar batallitas ni historietas acerca del trenecito que recorría toda la orilla de la ría y te dejaba en la punta del Sebo (o del Cebo), ni sobre el viejo balneario de la cinta, ni de lo fresquito que se estaba a la sombra de los grandes eucaliptos que se cerraban formando un túnel en la avenida Franscisco Montenegro, ni siquiera he bebido agua en la fuente de las naciones. No, no tengo edad para eso. Lo único que yo recuerdo de pequeño son chimeneas y humo, un olor raro en la punta del Sebo, y u