Si a la hora del fútbol suena el estallido de un cohete en la ciudad, los donostiarras pasan unos segundos en vilo esperando a que suene otro. Porque si estalla un segundo cohete, significa que ha marcado la Real. Si es sólo uno, el gol lo ha marcado el contrario. Aquel morse donostiarra se inventó para que los pescadores, que en los años 60 no tenían twitter ni teléfono móvil, supieran desde el mar cómo iba el partido. La costumbre se perdió en 1993, con el traslado de Atotxa al nuevo estadio de Anoeta, pero en 2006 la recuperó Iñigo Olaizola.