De esto hace ya varios meses y casi me cuesta acordarme. Al volver de Italia, estaba convencido que sería insuperable la plenitud artística que uno siente al recorrer los canales de Venezia, la Piazza dell'Anfiteatro de Lucca o el majestual Duomo de Siena. Pensaba que aquellos virtuosos de antaño, amantes de lo antiguo y del marmol, de costumbres espeluznantes y cincel marcado, serían siempre mi marco de referencia. Nada más lejos de la realidad, y menuda realidad.