La idea era simple: el cuerpo humano era malo, el espíritu era bueno. Como la mujer era poco más que un cuerpo, la mujer era, básicamente, mala. Pero los hombres eran los hombres, y, por muy malo que fuese el cuerpo, ellos no lo miraban tan mal. Algún teutón exprimió el cerebro y pergeñó lo siguiente: los judíos son malos, los cuerpos son malos, las judías son malas... hmm! judías cachondas! Así, en contraposición con todo lo anterior, en las catedrales de Estrasburgo y Bamberg podemos ver dos excelentes esculturas de judías cachondas...