Cuando el paquistaní Mohamed Sultan llegó con una dolencia estomacal, su padre decidió no consultar a un doctor cualificado. Primero, un herborista y dos médicos sin licencia fracasaron en sus intentos de curarlo. Así que el padre se convenció de que su hijo sufría las consecuencias de la magia negra, y buscó a alguien que la ejerciera para combatir el hechizo. Tras semanas de encantamientos, oraciones y amuletos fallidos, Sultan murió. Sin embargo, su muerte sirvió para reforzar la creencia familiar en la brujería.