Cuando lees algunas historias de investigaciones científicas, como la carrera para descubrir la estructura del ADN, el enfrentamiento entre los paleontólogos Marsh y Cope o el vergonzoso asunto del descubrimiento del virus del SIDA, acabas con la sensación de que todos los descubrimientos ocultan una historia de rencillas personales, deslealtades, odios absurdos, robos de descibrimientos o ideas y toda una panoplia de debilidades humanas. Pero a veces tenemos ejemplos de auténticos caballeros: Darwin y Wallace.