Las enormes dificultades que atraviesa BP en su operación de más de 16.000 millones de dólares con el gigante ruso Rosneft muestran el declive del poder y la autoridad del primer ministro Vladimir Putin y del influyente grupo de los siloviki.

Hay una guerra en curso. No estoy hablando de las desventuras de sangre de Washington en Afganistán e Irak, sino de una guerra dentro de nuestras fronteras. Es una guerra en la radio, en la televisión y en Internet. Una guerra de palabras e imágenes, de medias verdades, insinuaciones y mentiras furiosas. Estoy hablando de una guerra política, enfrentando a los liberales contra los conservadores, los demócratas contra los republicanos. Estoy hablando de gastos bélicos, impulsados por grupos furtivos y donantes anónimos acaudalados...

El hombre más rico de Rusia, Mikhail Prokhorov, ha unido sus fuerzas con otros tres de los principales oligarcas del país, Alexander Abramov, Suleiman Kerimov y Viktor Vekselberg, para la creación de una entidad bancaria en el seno del Club Financiero Internacional (MFK por su sigla en ruso), propiedad de Prokhorov, dirigida a rescatar bancos y empresas en dificultades financieras, según informó la firma financiera rusa.

Son la mayor oligarquía del planeta. Los rusos multimillonarios compran las casas más caras del mundo, equipos de fútbol legendarios, el arte más valioso y, últimamente, hasta la Luna. No importa el precio. Pero ahora también quieren construirse una imagen. Y, de paso, cambiar la de Rusia.

Oleg Deripaska enfrenta una deuda de US$14000 millones. Está haciendo todo lo posible por salvar al gigante de aluminio UC Rusal y el resto de su imperio industrial de las garras de los acreedores. Su estrategia consistió en vender grandes participaciones de sus compañías a inversionistas chinos, así como occidentales, que adquirirían participaciones de capital a cambio de ayudar a pagar la deuda. A medida que el Kremlin interviene con paquetes de rescate, muchos empresarios y banqueros temen que sus empresas sean nuevamente nacionalizadas.

La venerable banda de rockeros británicos, los Rolling Stones, encabezaron por segunda vez consecutiva la lista anual de músicos más pudientes en Estados Unidos.