Se hace habitual la rutina del montaje. Nosotros, ajenos a sus demandas, se nos antoja algo técnico, muy preciso, ajeno a los pronósticos, las casualidades. Bueno, no tanto. La comandancia de las Fuerzas Armadas Revolucionarias nos acogió en la madrugada casi fría de Jagüey Grande con su imponente arquitectura de oficina de central, opulenta, de pasillos exteriores custodiados por altas columnas diseñadas quizás, a partir de la riqueza que los antiguos dueños del central Australia, impúdicamente, decidieron exhibir.