A mi no me engañas, Javier. Ni tú, ni los brillantes promotores de aquella estupenda Trinca que tanto nos deleitó en los años de la dictadura. Hoy te has metido en otro tipo de trinca y las risas tienen regusto amargo. Vives entre mentiras, engaños, trampas mediáticas y miles de euros. Y me alegro, pero tu última boutade para lanzar tu nuevo programa es cuando menos delirante. Menos lobos, Sardá. No conoces ya ni Cataluña, ni Barcelona, ni los estudios donde grabas, ni tienes ojos excepto para ver tu cuenta corriente.