Un estudio dirigido por Andrew Gallup del Departamento de Ecología y Biología Evolutiva en la Universidad de Princeton, en Estados Unidos, indica que la frecuencia de los bostezos varía con la estación del año, y que la gente es menos propensa a bostezar cuando el calor al aire libre supera la temperatura corporal. Gallup y Omar Eldakar de la Universidad de Arizona, creen que esta disparidad estacional denota que el bostezo puede servir como un método para regular la temperatura del cerebro.