Cuando era pequeña me encantaban las excursiones. Pues vaya novedad, diréis, como a cualquier otra criatura que le gusta librarse del cole y de los deberes por un día. Pues no, que a mí eso de pasarme el día pateando como que no iba conmigo, agotador para mi cuerpo serrano, que como dice mi padre, yo nací cansá. El motivo por el que realmente me gustaban las excursiones era otro bien distinto, grande, calentito y apetitoso: mi bocata de tortilla francesa.