Stalin, al que los rusos consideran su más grande héroe nacional, era georgiano. Cuando el embajador americano le felicitó por haber tomado Berlín el dictador comunista comentó melancólico que Alejandro habría llegado a París. Ahora, mientras en las capitales europeas duermen el sueño de los tibios, en Georgia, Ucrania y resto de repúblicas ex-soviéticas no pegan ojo pensando en lo que se les viene encima: el plan de recomponer el "mayor error geoestratégico del siglo XX" (Putin dixit)