Cuando Damián Ibañez congeló su semen hace 10 años ningún médico del Hospital General de Alicante le advirtió de que, si un día tenía un hijo de forma natural, perdería su derecho a utilizar su «semilla» para un tratamiento de fecundación in vitro en la sanidad pública. Su semen está cautivo en este hospital público porque, aunque puede llevárselo para someterse al tratamiento en una clínica privada, no puede permitirse el lujo, «y menos en estos tiempos de crisis», de desembolsar los 6.000 euros que cuesta cada intento.