(C&P) Hans Christian Andersen y Charles Dickens se conocieron en 1847. Como consecuencia de aquel encuentro nació una cordial amistad basada en una periódica correspondencia, que desembocó, diez años más tarde, en la invitación formal que Dickens cursó a Andersen para que se quedase en su casa dos semanas. Lo cierto es que la estancia se prolongó mucho más de lo esperado y, como consecuencia de ello, la correspondencia se interrumpió. Algo no salió según lo previsto.