Cuando tras los incendios del verano de 2006 llegaron las fuertes lluvias, el agua arrastró la ceniza y la capa superficial de la tierra, con sus nutrientes, a ríos, embalses, pozos o rías porque en Galicia no se protegen las tierras quemadas. La contaminación afectó al agua, pero en tierra, se perdieron los nutrientes de las cenizas y se empobreció el suelo. La tierra comenzó a repeler el agua y, derivados de la combustión, aparecieron productos químicos que dificultan el crecimiento de la vegetación.