Uno de los puntos de partida del movimiento decrecentista es que el PIB debe dejar de ser una magnitud “tótem” alrededor de la cual se mueve toda la economía, para centrarse con mayor énfasis en el bienestar y la felicidad, dado que las mejoras del PIB per cápita no irían asociadas necesariamente a mejoras en el bienestar y la felicidad. En efecto, un mayor nivel de PIB per cápita, a partir de un determinado nivel, no mejoraría la felicidad.