Si Sardá y su nueva troupe aportan algo con 'La tribu' al mundo de la televisión es ego. Dosis masivas, descomunales, industriales de ego de la peor calidad. Toneladas y toneladas de un ego rampante y lerdo que se desparramó por el plató, que inundó la cadena, que se desbordó e invadió los hogares que en ese momento habían cometido el error de tener encendido el electrodoméstico. La pantalla corrió gravísimo riesgo de explotar debido a la presión del ego. Porque 'La tribu' es una apología del ego, un alegato de la vanidad.