Los papas se consideran, desde el siglo XIX, infalibles cuando hablan del dogma. Cuando hablan de cualquier otra cosa, pueden desbarrar como un tertuliano. Incluso cuando hablan de santos. Un libro que se publica esta semana, Padre Pío, milagros y política en la Italia del siglo XX, revela que sucesivos pontífices tuvieron opiniones diametralmente opuestas sobre un monje, capuchino menor, elevado a los altares por Juan Pablo II. El padre Pío, hoy el más popular de los santos italianos, era para Juan XXIII "un inmenso engaño".