Cuando crecemos y nos desarrollamos nos convertimos en progenitores y empezamos a dar todo a la prole, de igual forma que nuestros padres hicieron con nosotros. En ese momento, además, comenzamos a devolver parte de lo recibido a los que empiezan a ser ancianos, porque la edad ya les dificulta manejarse solos. Es decir, primero recibimos de los padres y más adelante damos mucho a los hijos, a la vez que devolvemos una parte a los padres. Y así sucesivamente por los siglos de los siglos. Pues, ya no.