Según el filósofo Peter Sloterdijk, poco a poco vamos dejando atrás el período neolítico y su terrible lógica (territorio, propiedad, parentesco, testamento), para tentar el camino a una manera de ser sincrónica donde los extranjeros contemporáneos vivos sobre la tierra se vuelven más importantes unos para otros que los propios antepasados muertos y, hasta ahora, prestadores de identidad.