Era la primavera de 1917. Eduardo Dato era el encargado de formar un nuevo gabinete ministerial.Estaba muy preocupado porque no sabía a quién asignar las diferentes carteras, por lo que una tarde, paseando con su amigo Francisco Bergamín, y haciéndole partícipe de sus problemas le dijo:“Mire usted, Don Francisco, no se que hacer, porque los nombres que me proponen para los ministerios no me convencen del todo”.Francisco Bergamín, más atento a las mujeres guapas que paseaban por el parque, que a su amigo, prestaba a éste muy poca atención