Ellos nunca ganarán el Oscar, pero sí algo más valioso: salvar vidas en zonas bélicas. Nos vamos de maniobras con la élite de los desactivadores de explosivos del Ejército. Capa a capa, el uniforme de artificiero va cobrando forma. Pantalones, coderas, chalecos, rodilleras y, finalmente, un peto descomunal que cae a plomo sobre los hombros. En total, casi 50 kilos que protegen a su portador del fuego, la metralla y la onda expansiva de una bomba. Y, de propina, los 15 kilos del casco: un mamotreto aislante que amenaza con tirarte al suelo...