Tan rápida fue la subida como estrepitosa la caída. Hoy el «sueño parleño» se ha esfumado y sus habitantes deben pagar, unos intereses de demora millonarios. La deuda asfixia las arcas, los despidos están a la orden del día y hasta se reniega del glamuroso tranvía. Tomás Gómez saltó del barco antes de hundirse y, aunque su sucesor y amigo, José María Fraile, se empeña en asumir toda la responsabilidad de la ruina municipal, lo cierto es que tanto los bancos como la Justicia reclaman facturas sin sin pagar acumuladas desde la época de Gómez.