Esta anécdota es verídica. Tengo un amigo que con apenas 16 años le formuló una peliaguda pregunta a una profesora de ciencias. En clase habían estudiado ya numerosas leyes que parecían regir el universo, los cuerpos físicos, incluso los átomos. Su pregunta fue: Si todo obedece a leyes fijas e inamovibles e, incluso, éstas se pueden predecir, ¿entonces el ser humano no tiene voluntad propia y simplemente cumple un programa fijo?