La caída del presidente tunecino Zine El Abidine Ben Alí, tras un mes de manifestaciones, constituye una seria advertencia para los regímenes autoritarios de otros países árabes, cuyos habitantes tienen problemas similares a los de situación tunecina como el desempleo, la represión policial o la falta de democracia, Argelia, Egipto, Jordania, Libia y Siria. Un chiste que se cuenta en El Cairo da una idea al respecto: El avión de Ben Alí paró en Sharm El Sheij donde reside el presidente egipcio Hosni Mubarak) para que suban más pasajeros.