Imagine que usted es jugador de fútbol de una selección nacional. Imagine que alguna noche, durante un partido oficial, su contrincante le mete 31 goles a su equipo y su selección no logra encajar, siquiera, el gol de la honrilla. Imagine un estadio repleto de hinchas del equipo contrario que celebran con júbilo el sabor de la victoria, y usted no hace otra cosa que sacar los balones de la red mientras se desbarata de la impotencia. Imagine, por un momento, que usted y su equipo son los peores del planeta con una pelota en los pies...